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Un Instante en el Silencio.

Actualizado: 24 nov 2023


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Recuerdo que ese día fue domingo. Llegué muy temprano a la iglesia y no había muchas personas, así que decidí subir a la terraza del templo para orar. Estaba seguro que nadie iba a ese lugar a esa hora. Me senté en una banca que había en un pequeño cobertizo al final de las escaleras donde apenas llegaba la luz del sol y comencé con mi oración.

A pocos minutos de comenzar a orar tuve que detenerme. Abrí mis ojos y dirigí la mirada al cielo, pensativo por un buen rato. Un momento después volví la mirada al suelo de concreto mientras reflexionaba las palabras que había usado en mi Oración. ¡Eran las mismas de siempre! Es decir, literalmente estaba repitiendo la misma oración, las mismas palabras, una a una.


Aún estaba sentado en la banca con la mirada al suelo, y le dije a Dios: “Sé que lo ves todo. Sabes lo que me pasa y conoces muy bien lo que pienso y siento, pero aunque lo conoces, creo que no soy capaz de decírtelo. Es como si no tuviera nada que decir. Es eso, no tengo nada nuevo para ti”.


Quería seguir hablando, pero sentí que debía callarme. Entonces me quedé sentado por un rato más en aquel lugar. No sé cuanto tiempo pasó, pero recuerdo que estuve allí, solo, sentado y en silencio.


Sentí un vacío enorme, cada palabra que intentaba articular parecía no tener significado, me sentí muy mal. Me pregunté: ¿En verdad he estado repitiendo la misma oración? Es posible. Creo que los últimos días de esa semana había tenido una especie de señal. Recuerdo que cada vez que oraba en la iglesia o en casa no tenia ganas de hacerlo, pero no había entendido la razón hasta ese domingo.


El resto del día lo pasé pensando. Sabía que tenía que hacer algo. Ahora es gracioso, pero llegué a pensar que había olvidado como orar. Lo sé, no tiene sentido. ¿Cómo podría olvidar hacer la cosa más sencilla del mundo? Pero debes entender que era joven, aún no entendía mucho como funcionaba la oración y cual era mi lugar en mi relación con Jesús.


Para terminar la historia, esa tarde fui de nuevo a la iglesia y en cada oración que tuve intenté orar distinto. Me esforcé tanto que terminé cansado y quedé como al principio, sin nada que decir.


Entonces me rendí. Dejé de tratar y me quedé un instante en el silencio. Comencé a llorar y al inicio pensé que era por el coraje de no poder orar algo nuevo, pero entonces sentí algo distinto. Había encontrado algo nuevo en el silencio. Aprendí que la oración no tenía porque ser complicada.


Camino a casa esa noche, recordé algo que Jesús había dicho sobre como orar:


‘Cuando ustedes oren, no usen muchas palabras, como hacen los que no conocen a verdaderamente a Dios. Ellos creen que, porque hablan mucho, Dios les va a hacer más caso. No los imiten, porque Dios, nuestro Padre, sabe lo que ustedes necesitan, aun antes de se lo pidan.’


Pienso que a veces oramos por costumbre. No me refiero a el hábito de orar, sino a las palabras que decimos en oración. Es común tener estructuras o modelos de oración y según es el caso se usan determinadas palabras. Pero, la oración no es repetir lo mismo todos los días o seguir el modelo que nos dan en la iglesia. Orar es hablar con Dios, Jesús y El Espíritu Santo.


Cuando oramos nos comunicamos con Dios. Cada uno tiene su forma de hacerlo y eso está bien, porque es parte de la relación personal con Él. Se trata de hablar y escuchar. Decir con honestidad nuestros pensamientos y sentimientos, confesar nuestros pecados, alabar y agradecer, pedir ayuda y consejo.


Lo mejor de todo es que no quedaremos sin respuesta. La oración no es un monologo, sino una conversación. En un principio podríamos estar pidiendo solo por caprichos y vanidades, pero al ser constantes en la oración, el tiempo devocional y la lectura de la Biblia nos ayuda a dirigir mejor nuestras conversaciones con Dios y alinear todo a su voluntad y propósito.


El silencio me sirvió entonces para notar lo descuidada que tenía mi relación con Dios. Sin embargo, advierto que, un silencio prolongado podría ser peligroso. Es fácil dejar de orar sin darse cuenta u olvidar el propósito. Tampoco es fácil retomar la oración después de mucho tiempo o hacerlo con soltura y espontaneidad, pero creo que el Espíritu Santo nos guía en eso y nos invita a volver a conversar. Siempre hay algo nuevo para contar.


Confieso que he estado en los dos extremos, orar sin sentido y dejar de orar. Ambos tiempos igual de incomodos. Creo que por su amor y misericordia, Dios nos llama a tiempo y fuera de tiempo. Quién sabe, quizá esta lectura te sirvió para notar como estás en la oración e intentar ser intencional en ello.


Hoy te invito a orar. Ora como tu eres, no imites a nadie. Dios quiere escucharte a ti y solo necesitas un momento al día para conectar con tu Padre. Quizá estás buscando una respuesta; te invito a dejar de hablar y comenzar a escuchar. Oremos, no solo por necesidad, sino para alabar el nombre de Dios.


Para terminar, quiero contarte que un tiempo después, escribí una canción titulada: Un instante en el silencio. (No, no fueron tres minutos y medio de silencio.) Quizá no es la mejor canción del mundo y puede ser que hoy en día no tenga el menor sentido, pero en ella dije lo que quería decirle a Dios, así como soy, con el corazón. Te dejo un fragmento a continuación:


Mi petición, oración, intercesión Mi clamor, adoración, conexión Estoy buscando conocer tu plan No hay nada que quiera hacer además Todo lo demás quiero ignorar Estoy buscando hacer tu voluntad Todo lo demás quiero ignorar Quiero dejar de hablar para escuchar CORO Desciende hoy Quiero escuchar tu voz Declararte que eres Dios Un instante en el silencio Desde mi corazón Te canto esta canción Que me llena de tu amor Y hace eco en mi universo Un instante en el silencio


Un Instante en el Silencio (Charlye Corado, ©2014-2015)



 
 
 

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